Poco a poco la va perdiendo.
No piensa que cuando la sangre hierve, no puede vivir siempre en el frío.
Quizá ella ya tenga el corazón aterido, quizá camine hacia la nada, puede que la empujen y él no se dé cuenta.
Al borde del precipicio suplica en silencio, sabe que va a caer, pero él no siente la llamada.
Cuando se vaya, no sucederá nada, todo seguirá igual.
Es tan fácil mimar y acariciar lo amado… Es tan injusto poner hielo en el calor…
Misteriosa