Se introdujo dentro de ella como una montaña rusa. Subidas y bajadas de vértigo, y siempre una sensación en el estómago que no la dejaba quedar indiferente.
En todas partes sentía su presencia. Él la conducía por los pasillos oscuros hasta la claridad del día. Allí estaba, en el jardín, esperándola. Ocupaba su vida, se había apoderado de su alma.
Poseída por su mente, caminaba despacio hacia su sueño. Despertaría al rozar su piel en la mañana.
Misteriosa
Hermosa posesión la que describen tus versos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Rafael, por tus palabras y por tu compañía.
ResponderEliminarUn beso.
Si el despertar, al mínimo roce de la piel en la mañana, era por la compañía de él...entonces es una hermosa posesión!!!!. Un beso
ResponderEliminar:), gracias, Cecilia.
ResponderEliminarUn beso.