El eco de sus pasos

Se quedó revisando unos papeles. Estaba absorta en ellos, cuando, como siempre, la mano invisible la rozó la frente.

Recogió, y miró hacia los lados, dándose cuenta que se había quedado sola. El suelo lo sentía gélido, como si caminara sobre nieve en un anochecer. Las baldosas eran amarillentas, en las esquinas se notaban partes enroñecidas por los años y la falta de una fregona que alcanzara esos espacios.

El eco de sus pasos retumbaba en las estancias de techos infinitos y oscuros. Los pasillos se llenaban de sombras a su paso. Un nudo se iba forjando en su estómago, si quisiera hablar, sabía que no la iba a responder la garganta. Sentía como una corbata iba apretando su cuello, y empezó a marearse.

El miedo la iba pinchando, con aguja fina, toda su piel, su mirada se iba nublado cuando vio una diminuta luz azulada. No podía ser, sabía que los fantasmas no podían sujetar las velas, por sus sábanas.

Como hechizada se dirigió hacia allí, la oscuridad no la dejaba ver nada. La luz alumbraba unas facciones perfectas, una piel que no estaba apergaminada por los años. Todo dejó de existir alrededor. 

Despertó con un beso, borracha de amor. Él se había presentado por sorpresa a esperarla.

Misteriosa