Bajo la hierba yacen los secretos, en perpetuo silencio permanecen, despertando en las pisadas. La canción de la hierba, imperceptible para el viajero veloz, se desvive en el oído del que reposa, del que piensa y ama.
Los grillos intentan acallar su clamor ante la señal de vida, ante el paso; y sólo la luna lo calma con su mirada penetrante de plata. Las piedras de esa ermita abandonada viven. Su corazón se agrieta con la sinfonía perpetua de la naturaleza, y allí, en su imaginario pecho, late la memoria.
Caminante, detente, calma tu amargura y vive respirando. Aquí corre el aire, y la luz no es violada por las sombras.
Misteriosa
Me gusta esa parada de tu caminante para hacer un alto en el camino.
ResponderEliminarUn abrazo en la noche.
Muchas gracias, Rafael,me alegra si te gusta :) Un beso.
ResponderEliminarCuando uno se integra en el paisaje y ralentiza su marcha es cuando realmente vive todo lo que le rodea.
ResponderEliminarMuy hermoso.
Besos.
Así es, Ilesín.
ResponderEliminarMuchas gracias, bonita.
Besos